
En los exabruptos de los hombres-pez
caen
los nidos azules como cánticos.
Tranquilos: siempre una vez.
En aquella oportunidad silbarás un vals
y te sumergirás
en lo monstruoso del desierto.
Expulsado de la rareza
tramitaba
su cáscara de normalidad,
el misterio.
Su media vida seca
vida perdida.
en aguaceros verdosos
chorreante de persecuciones
y de relojes altivos.
Espiaba a través del agujerito
metalaseado , su garganta
putrefacta de seducción
universal.
Romperán los días
de antaño camisones de inquietudes.
El futurismo es sólo la bicicleta
incorpórea de ayeres.
Son intraterrenos y por una extraña manía les gusta el desierto y no el agua, como podríamos suponer naturalmente.
ResponderEliminar